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Un cangrejo simpático. Bernard DUPONT. Attribution-ShareAlike 2.0 Generic (CC BY-SA 2.0) |
Una vez en el colegio, hace ya un tiempo, nos comentaron que dentro de nuestros oídos, aparte del sentido
de la audición, también se encontraba nuestro sentido del equilibrio. Así, nos
decían que los canales semicirculares, los cuales forman parte del aparato
vestibular, situado en el oído interno, contenían un líquido en su interior que,
según cómo se moviera al desplazarnos o estar quietos, daba información a
nuestro cerebro de nuestra posición y de nuestros movimientos.
Evidentemente,
el funcionamiento del aparato o sistema vestibular no es tan sencillo, pero
para unos chavales de quinto de primaria dicha imagen nos servía para hacernos
una idea. El sistema en realidad cuenta con unas células que poseen unos cilios
proyectados en una matriz gelatinosa que a su vez se encuentra inmersa en una
sustancia líquida, la endolinfa. Dependiendo de la posición del cráneo y de los
movimientos corporales, los cilios se mueven de una forma u otra, lo que hace que
la célula produzca una serie de impulsos nerviosos que son posteriormente
interpretados por el cerebro.
Como
acabamos de ver, este sistema está dotado de gran complejidad. No obstante,
existe un órgano sensorial del equilibrio más simple: el estatocisto.
El
estatocisto es el órgano del equilibrio que posee la mayoría de los
invertebrados: cnidarios, bivalvos, equinodermos, cefalópodos y artrópodos. Este
puede ser más o menos complejo, pero su estructura general consiste en una
esfera hueca de células ciliadas con sus cilios apuntando hacia el interior.
Esta esfera está rellena de líquido y además contiene en su interior estatolitos,
unos gránulos de naturaleza mineral similares a los granos de arena. Estos
granos, debido a la gravedad, tenderán a permanecer depositados en la parte
baja del estatocisto. Las células ciliadas son estimuladas por los estatolitos
y envían la información al sistema nervioso. De esta forma, el animal puede averiguar
dónde se encuentra ‘abajo’ y dónde ‘arriba’ y así determinar su posición en el
espacio.
En 1893 el fisiólogo austríaco Kreidl llevó a cabo un experimento muy curioso en el que consiguió engañar a unos
cangrejos al manipular sus estatolitos. Los estatolitos de estos cangrejos
fueron remplazados por pequeñas virutas metálicas, de tal manera que cuando
estos estaban nadando, se les colocó un imán por encima. Las virutas
fueron atraídas por el imán, y ascendieron desde la parte inferior del estatolito
hacia la parte superior de este órgano. Esto confundió a los cangrejos, que en
respuesta empezaron a nadar boca arriba, con el fin de que la posición corporal
concordase con la información proporcionada por sus estatocistos. Como los
estatolitos apuntaban hacia arriba, pensaban que nadaban al revés, lo que
provocó el cambio de posición del cangrejo.
Por otro lado, esto de las estatocosas no es único de los animales. Los vegetales también poseen estatolitos que les permiten detectar la gravedad, aunque su estructura es diferente a los de los animales.
Los estatolitos vegetales, por lo general, consisten en órganulos de almacenamiento de almidón (amiloplastos) presentes en el interior de las células que según su posición permiten percibir la atracción gravitatoria. De esta forma, la planta sabe hacia dónde deben crecer las raíces y hacia dónde debe crecer el tallo aunque sea una plántula recién germinada de la semilla que aún no puede percibir hacia donde está la luz solar. Se dice entonces que la raíz presenta geotropismo positivo, es decir, crece hacia abajo, atraída por la gravedad, mientras que el tallo presenta geotropismo negativo, crece repelido por la gravedad, en sentido opuesto a esta.
Como hemos visto, el asunto de la orientación no es moco de pavo y los seres vivos desarrollan ingeniosas estrategias para, en estos casos, sentir la gravedad y poder orientar sus movimientos (animales) o su crecimiento (plantas).
Eso es todo. Espero que os haya gustado y nos vemos en el siguiente post.
Los estatolitos vegetales, por lo general, consisten en órganulos de almacenamiento de almidón (amiloplastos) presentes en el interior de las células que según su posición permiten percibir la atracción gravitatoria. De esta forma, la planta sabe hacia dónde deben crecer las raíces y hacia dónde debe crecer el tallo aunque sea una plántula recién germinada de la semilla que aún no puede percibir hacia donde está la luz solar. Se dice entonces que la raíz presenta geotropismo positivo, es decir, crece hacia abajo, atraída por la gravedad, mientras que el tallo presenta geotropismo negativo, crece repelido por la gravedad, en sentido opuesto a esta.
Como hemos visto, el asunto de la orientación no es moco de pavo y los seres vivos desarrollan ingeniosas estrategias para, en estos casos, sentir la gravedad y poder orientar sus movimientos (animales) o su crecimiento (plantas).
Eso es todo. Espero que os haya gustado y nos vemos en el siguiente post.